Despedida

Cuando algo nos conmueve, vale la pena nombrarlo, porque pareciera que la palabra le diera realidad. Sólo, enunciarlo, como descubrir su numen, su más bella realidad.

Algunos creen que se puede tomar o dejar lo que se siente, que se puede almacenar, recortar, abortar, endurecer, abolir. Que todo se pasa como sin más, se cierra la percepción de esa intensidad y listo.

Nada muere.

Muere, sólo, cuando confiamos en aquéllos, o, en aquello, que lo matan. Los que empuñan las armas y los razonamientos. Los que quieren certezas comprobables y no se animan  a ser heridos, por una flecha extraña, a la que llamamos amor.

Pero, nadie puede determinar, cuáles son los comportamientos esperados para amor. Salvo, los que se creen que son especialistas. O, lo enuncian, matando su Numen.

Por eso, ayer, cuando alguien que, había llenado a su familia de amor, se iba...cuando lo dejábamos y ella me preguntaba...Amor se hizo presente y atravesó la escena. Porque un ser que ama, nunca muere. Se vaya al lugar que se vaya...

Mi amigo Daniel  dejó, entre su ausencia, una presencia admirable. 

En un mundo, donde, ya, muchos no saben quién es, o qué deben hacer para llamar la atención; él silencioso, nos dejó su Numen, como una posible esperanza de volver a andar descalzos en la sabiduría del amor al otro, este camino... 

El amor verdadero no muere. Sigue sonando.