POR SERGIO KNIASIAN.
Las celebraciones del Año Nuevo Armenio Navasárt son acompañadas en todo momento por un símbolo representativo. Se trata del símbolo armenio de la eternidad presente en la iconografía armenia desde épocas prehistóricas.
Recordemos que el Año Nuevo Armenio 4504 se festejará con gran despliegue y pompa el próximo 11 de agosto a las 20,30 horas, en la Sala Siranush organizado por el Arzobispado de la Iglesia Apostólica Armenia de la Argentina.
El símbolo de la eternidad.
El símbolo armenio de la eternidad deriva del antiguo símbolo solar de los pueblos indoeuropeos. En la más remota antigüedad el hombre en la simpleza de la vida cotidiana y su contacto directo con la naturaleza que lo dominaba todo, notó que el Sol nacía por la mañana llegaba a su plenitud al mediodía y terminaba muriendo por la noche.
Sin embargo inexplicablemente resucitaba la mañana siguiente. Este comportamiento cíclico del Sol llevó al nuestros antepasados más remotos a concebir la idea de la eternidad del sol con su consecuente muerte y resurrección.
Con el tiempo el signo solar tuvo una aplicación directa en el arte, aplicado a todo tipo de objetos cotidianos, construcciones arquitectónicas, monumentos memoriales, etc.
En la Edad Media, con el afianzamiento y desarrollo inusitado de la arquitectura tradicional armenia, el símbolo de la eternidad es absorbido por el arte cristiano y representado en todo tipo de construcciones. Entre éstas se destacan los monumentos jachkár, en los cuales cuales el símbolo fue evolucionando hasta convertirse en tallas tan complejas y trabajosas que parecen encajes.
Estas representaciones en forma de roseta, junto a la cruz y el árbol de la vida le confieren a los jachkár una unidad en su mensaje simbólico basado en las enseñanzas del cristianismo: la vida eterna a través de la fe.
Con el tiempo y fundamentalmente en nuestros días al símbolo de la eternidad se le ha agregado un nuevo significado: la de representar la perennidad del pueblo armenio, es decir la perpetuación de los armenios a través del tiempo a pesar de todos los avatares de la historia.
A tal punto ésto se ha arraigado que tras la independencia de la República de Armenia y ante la necesidad de nuevos símbolos nacionales, se pensó mantener el escudo de la época soviética, diseñado por el pintor Martirós Sarián, cambiándole solamente la hoz y el martillo por el símbolo de la eternidad.
El 31 de Octubre de 1991 el presidente de la Comisión Permanente de Consolidación de la Independiencia Estatal y Asuntos de Politica Nacional del Consejo Supremo de la República de Armenia, Eduard Yegorian, elevó este proyecto a la cosideración de la presidencia, para ser utilizados provisoriamente.
Recordemos que, si bien la bandera fue adoptada por ley el 24 de agosto de 1990, inmediatamente tras la Declaración: Acerca de la Independencia de Armenia, del 23 de agosto del mismo año, el himno y el escudo serían producto de un concurso. Finalmente el 25 de marzo de 1992, el Parlamento adoptó como escudo nacional, el de la República de 1918-20 con mínimos cambios.
La trompeta de Navasárt.
Dentro del protocolo real de la antigua Armenia, tenía un lugar destacadísimo el hecho de anunciar el comienzo del Año Nuevo. Ésto se llevaba a cabo haciendo sonar el pogh, especie de cuerno-trompeta, que era acompañado por el batir ensordecedor de los tambores.
Las celebraciones de Navasárt se extendían por espacio de siete días consecutivos con un despliegue inusitado tanto en su aspecto festivo y de diversión como en la solemnidad de los rituales.
En esa semana se concentraban una infinidad de actividades artísticas, militares, religiosas, deportivas y recreativas que sumadas a los solemnes rituales hacían de estos siete días algo inolvidable para el resto del año.
El impacto debe haber sido de tal magnitud que cuando el rey Artashés fue traicioneramente apuñalado por el príncipe Anák, en medio de su agonía balbuceó las siguientes palabras:
¡Ah! Quien me podrá dar ahora
el humear de los altares
y la mañana de Navasárt,
el correr de los ciervos
y el correr de las gacelas.
Nosotros hacíamos sonar
las trompetas,
y hacíamos redoblar
los tambores,
tal como era la usanza
de los reyes.
Este precioso documento fue recopilado por el erudito Grigor Magistros en el siglo XI, plasmando para la posteridad en sus prestigiosas obras, este fragmento antiquísimo.
FUENTE: http://www.sardarabad.com.ar/wp-content/uploads/2011/07/1616color1.pdf
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