NUEVA YORK—Una investigación reciente encontró que el trauma puede alterar los genes y los niños pueden heredar las mutaciones. La gente no es sólo un producto del ambiente. Los humanos podrían biológicamente ser producto del ambiente de sus padres también.
Un equipo de investigadores en el hospital Mount Sinai en Nueva York, estudiaron sobrevivientes del holocausto judío y sus hijos quienes nacieron luego de la Segunda guerra mundial. El estudio publicado en agosto, encontró que los sobrevivientes y sus hijos tenían un nivel de cortisol más bajo que quienes habían vivido fuera de Europa durante la guerra.
El cortisol es una hormona que ayuda a los humanos a soportar el estrés. Niveles bajos de cortisol pueden causar depresión, hipersensibilidad y ansiedad social.
En sentido horario desde arriba a la izquierda: Anoush Ter Taulian, Chhaya Chhoum, Delena Hoang, Natalia Frias-Staheli, y el rabino David Niederman. (Samira Bouaou/Epoch Times)
Rachel Yehuda, la investigadora principal del informe, encontró resultados similares cuando estudió previamente la progenie de veteranos de combate y sobrevivientes del 9-11.
Su estudio no implica que toda la progenie de sobrevivientes de traumas experimentan trauma intergeneracional, pero ofrece nuevas ideas sobre la condición humana.
El trauma intergeneracional no solo se pasa por medio de ambientes socioculturales, sino también el ADN. ¿Cuál es la huella biológica de una madre judía que perdió todos sus hijos durante el holocausto pero que continua su vida y tiene otros más en Brooklyn? ¿Cómo impacta en las expresiones del ADN de la progenie, las experiencias de una esclava sexual armenia? ¿Y los descendientes de una mujer vietnamita deformadas por agente naranja? ¿O el hijo de una argentina que dio a luz en la prisión durante la época del proceso militar?
La Gran Época entrevistó a estos descendientes. Muchos dicen que encontraron paz en el estudio y que esperan que la evidencia científica de que el trauma intergeneracional pueda ser transmitido biológicamente conlleve a mayor acceso al tratamiento.
Legitimando las emociones y buscando ayuda
Delena Hoang, una estadounidense de ascendencia vietnamita de 21 años, con su nariz perforada y un rodete suelto, dice que experimenta síntomas de trauma intergeneracional.
“Tengo muchos pensamientos negativos y enojo”, dice Hoang, nacida y criada en el Bronx.
La madre de Hoang fue deformada por el agente naranja y su padre era soldado en el ejército de Vietnam del sur, el cual combatió al Khmer Rojo.
Dice que su madre era una mujer distante que a menudo clavaba la vista en la nada con una expresión de preocupación. Su padre casi nunca se quedaba en casa.
“Él nunca se podía sentar quieto”, dice Hoang. “Pienso que él está aun en la guerra en su cabeza”.
Hoang dice que enterarse del aspecto biológico de la transmisión del trauma la ha ayudado a legitimar sus sentimientos.
Los que experimentan trauma intergeneracional a menudo sienten que su dolor no merece reconocimiento.
Nadine Murshid, una profesora asistente de la Universidad de Buffalo que estudia genocidios y trauma, teme que la mayoría de los que sufren trauma intergeneracional no buscan ayuda.
“Su trauma secundario a menudo es percibido como menos grave que las experiencias traumáticos de primera mano”, dice Murshid. “La nueva investigación … es muy excitante para este campo y tiene tremendas implicaciones para el cuidado de la salud mental”.
El trauma intergeneracional es un asunto que Mekong, una fundación sin fines de lucro que aboga por la gente del sudeste asiático en Nueva York, enfrenta en su comunidad.
La oficina de Mekong está en el Bronx, donde residen 10.000 refugiados camboyanos y vietnamitas.
Se estima que de medio millón a tres millones de camboyanos perdieron la vida durante el genocidio camboyano y matanzas masivas ocurrieron por toda Vietnam durante la Guerra de Vietnam. Muchos de los refugiados del sudeste asiático que viven ahora en el Bronx muestran síntomas de síndrome postraumático (PTSD por sus siglas en inglés), como así también sus hijos.
“El trauma intergeneracional es lo que nos guió desde el principio”, dice Chhaya Chhoum, directora ejecutiva de Mekong.
“Nunca fuimos capaces de probar el trauma hasta que alguien actuaba”, dice Chhoum, a la vez que hace notar que su comunidad necesita más prevención en salud mental que se enfoque en el trauma intergeneracional. “El estudio es un recurso importante para nosotros”.
No obstante, encontrar tratamiento para el trauma intergeneracional en el Bronx será difícil, ya que su comunidad está casi perdiendo los pocos recursos en salud mental que tenía.
El Centro Médico Montefiore, el hospital universitario del Colegio de Medicina Albert Einstein, ha ofrecido por 20 años un efectivo Programa de Salud Mental Indochino en el Bronx. Este programa, el cual proveía servicios de salud mental con sensibilidad cultural para la comunidad asiática, está por cerrarse debido a cortes presupuestarios.
“Este estudio cambia el juego para nosotros”, dice Chhoum. “Puedo usarlo para pedir financiamiento federal”.
El Rabino David Niederman, presidente de las Organizaciones Judías Unidas de Williamsburg, también pidió más servicios de salud mental para la comunidad.
Niederman nació luego de la Segunda guerra mundial en Williamsburg, Brooklyn. Pero tres de los hermanos de Niederman fueron asesinados por los nazis en Alemania. “Sentí que había una diferencia entre yo y los otros niños de la cuadra”, dijo.
Aunque dice no sufrir de depresión, él sabe que muchos judíos en su comunidad sí la sufren y siente que el trauma intergeneracional debería ser tratado en gran escala.
“Es importante que los sectores públicos y privados entiendan la necesidad de estos servicios”, dijo.
Impacto en múltiples generaciones
En el pueblo Ayintab al sudeste de Turquía, la abuela de Anoush Ter Taulian fue secuestrada y vendida en esclavitud sexual durante el genocidio armenio.
La Asociación Internacional de Intelectuales sobre el Genocidio estima que el gobierno otomano asesinó a un millón de armenios de 1915 a 1918. Los hombres fueron masacrados mientras que los ancianos, mujeres y niños eran forzados a marchar hacia la muerte por el desierto de Siria. Muchas mujeres fueron forzadas en esclavitud sexual.
La abuela de Taulian sobrevivió, pero la experiencia traumática pasó a más de una generación en su familia.
“No se detiene en los hijos”, dice Taulian. “También va hasta los nietos”.
Taulian dice que siempre sintió que era más proclive a la depresión.
Taurina creció con una madre emocionalmente distante, lo cual tuvo ciertamente un impacto en su depresión. Pero ella dice que encontró descanso al saber que ha sido probado científicamente que el trauma se puede transmitir a través de expresiones del ADN.
“Me da calma. Siento que siempre hay gente que dice que me estoy imaginando esto”, dijo. “Esta clase de investigación es importante”.
Tratando el trauma
Los expertos dicen que el trauma intergeneracional no es necesariamente difícil de tratar. A veces, requiere simplemente más conciencia de los profesionales de la salud mental y de los individuos que tienen síntomas de trauma intergeneracional.
Murshid, una profesora asistente de la Universidad de Buffalo que estudia genocidios y trauma dice que espera que este estudio lleve a más gente a lo que en el campo del trabajo social se le llama cuidado informado del trauma.
El cuidado informado del trauma significa que cuando los trabajadores sociales toman clientes, ellos necesitan estar consientes del historial del trauma del paciente, el cual incluye el trauma intergeneracional.
La terapia de comportamiento para padres que han experimentado trauma puede también ayudar a disminuir las probabilidades de que sus hijos hereden el trauma, dice Murshid.
Mejor preparado para la superviviencia
Natalia Frias-Staheli, hija de un sobreviviente de la dictadura militar, dice que ve un hilo de esperanza en la transmisión biológica del trauma.
Frias-Staheli, una científica en una compañía biotecnológica, nació en una prisión argentina. La madre de Frias-Staheli estaba embarazada durante la dictadura militar en Argentina. Desde 1976 a 1983, 30.000 personas fueron “desaparecidas” en Argentina.
“Es lindo ver que alguien tomó un enfoque científico”, dijo Frias-Staheli, que tiene un doctorado en ciencias biológicas. “Estoy segura que cualesquiera cambios moleculares estén sucediendo, es por una buena razón”. Desde la perspectiva evolutiva, tiene sentido”.
“Quiero creer que mis células están mejor preparadas”, dijo. “Si alguna vez tengo que enfrentar esta situación otra vez, mis hijos estarán mejor preparados para sobrevivir”.
Historias de trauma intergeneracional
La abuela de Taulian, una mujer de temperamento y largo cabello rojo, habitaba un mundo severo de violentos recuerdos. Fue esclava sexual durante el genocidio. Pero nunca habló de su pasado. Nadie de su familia hablaba. Durante muchos años, la furia en su familia no tenia explicación.
No fue sino hasta los 80, cuando Taulian fue a la Universidad de California en Berkeley, que oyó por primera vez del genocidio armenio. Esto encendió un viaje para entenderse a sí misma y su historia.
Taulian comenzó a ir a casas de personas mayores para conocer otros sobrevivientes armenios, haciéndolos hablar. Escuchaba sus relatos de los turcos y kurdos llegando y cortando gente con hachas. Había gente muerta por todos lados. Gente muerta colgada de los árboles. Gente muerta apilada en las calles. Muchos armenios mayores le contaron que sobrevivieron escondiéndose bajo los cuerpos sin vida.
Una mujer mayor que sobrevivió la marcha de la muerte sin comida o agua recordó una conversación con su hijo. “Si muero, sólo quiero que me comas”.
Para Taulian, la negación del gobierno turco del genocidio armenio agregaba otra capa de dolor.
Aunque la Asociación Internacional de Intelectuales sobre el Genocidio estima que el gobierno otomano asesinó a un millón de armenios desde 1915 hasta 1918, el gobierno turco las considera meras masacres, pero no un genocidio.
Taulian ha dedicado su vida a producir arte, programas radiales y dar conferencias en escuelas e iglesias sobre el genocidio armenio.
A los 66 años, todavía busca entenderse a sí misma. Le consuela saber sobre la evidencia científica del trauma intergeneracional. “Es bueno que lo estén investigando a este nivel”, dijo.
“En mi ADN tengo esa fuerza y tengo ese dolor”, dijo. “Puedo ser emocionalmente ausente. Pienso que es porque para que mi abuela sobreviviera, no podía tener sus sentidos completos”.
Pensando en la actual guerra en Siria, Taulian dijo que es pertinente que las sociedades comiencen a entender cómo curar del trauma directo y del intergeneracional.
“Conocemos del problema del trauma intergeneracional. ¿Pero qué vamos a hacer al respecto?”, dijo. “Ahora podemos hacer algo”.
Su madre estaba embarazada durante la dictadura militar, un periodo de terrorisma de Estado en Argentina entre los años 1976 y 1983. Su padre estaba entre las 30.000 personas asesinadas durante el proceso.
Cuando su madre fue liberada de la prisión cuatro años después de su nacimiento, se mudaron a Suecia, donde recibieron estado de refugiadas.
El resto de su vida se desarrolló a salvo. Frias-Staheli obtuvo un doctorado en microbiología y es ahora una científica. Se casó con otro científico y tuvieron dos hijos.
A pesar de la horrible experiencia de su madre durante aquella época, Frias-Staheli dice que nunca experimentó depresión o dificultad en lidiar con la presión.
No todos los hijos de padres traumatizados muestran síntomas de trauma intergeneracional.
“La idea de la investigación es mostrar que puede haber una razón por la cual alguna gente se siente más vulnerable a los síntomas de depresión y ansiedad”, dice Rachel Yehuda, la investigadora principal en el estudio de trauma intergeneracional. “Pero no pienso que la gente necesite tratamiento si no muestran síntomas. Tan sólo por ser un descendiente de un sobreviviente, no significa que vayas a sentirte de ese modo”.
Aunque Frias-Staheli no exhibe síntomas de trauma, ella aún busca cerrar el tema.
Durante los últimos 10 años ha estado buscando activamente a su medio hermano. Cuando mataron a su padre, su novia estaba embarazada. Aunque su novia desapareció, Frias-Staheli cree que el niño sobrevivió.
La dictadura argentina esperó que muchas mujeres embarazadas den a luz antes de matarlas. Los niños luego eran dados a miembros asociados con el régimen y otros conservadores.
Las Abuelas de Plaza de Mayo, una organización que busca niños adoptados ilegalmente durante la época del proceso, ha estado tomando ADN de niños nacidos entre los años 1978 a 1983, para intentar hacerlos coincidir con sus familias biológicas.
“No sé si tenga una hermana o un hermano”, dice Frias-Staheli. Su familia ha dado muestras de sangre a las Abuelas de Plaza de Mayo con la esperanza de encontrar a su pariente perdido. “Pero me ayudará a cerrar el tema encontrar a mi hermano. Todos merecen saber de dónde vienen”.
“Conseguir un hot dog… era una delicia muy muy buena”, afirma.
Sus padres eran sastres que inmigraron a Nueva York luego de la Segunda guerra mundial. Aunque nació y se crió en Brooklyn, sentía que era diferente de los otros chicos en su integrado barrio.
Tres de los hermanos de Niederman murieron en el holocausto.
Él recordó a su madre encendiendo velas y llorando en ciertos aniversarios, pero sus padres nunca hablaron del pasado.
“Es una herida que no querían abrir”, dijo. “Siempre trataron de mantener una cara feliz para mí. Aún así, crecí con temor”.
“Este estudio es importante porque es un mensaje moral para que la gente entienda”, dice Niederman. “Cuando la gente mata, sin importar el credo o la religión, no sólo están castigándolo a él sino a sus futuras generaciones”.
“Mi mamá compraba comida constantemente. El refrigerador estaba tan lleno. Pero ella aún seguía comprando comida”, dice Hoang. “Temía no tener suficiente”.
La madre de Hoang fue deformada por el agente naranja en Vietnam. Con el recuerdo del conflicto y la pobreza aún en su mente, a menudo clavaba la mirada en la distancia con una expresión preocupada.
“La gente dice que soy como mi madre”, dice Hoang. “Tengo problemas para lidiar con situaciones estresantes. Mi corazón late más rápido. Se siente como un desorden de ansiedad. Es difícil para mi conectarme con la gente”.
“Me preocupo de mí misma”, dice. “¿Cómo hago para no pasarlo a la próxima generación?”
En su tiempo libre, Hoang se encuentra con otros jóvenes del sudeste asiático en una oficina en el sótano de un edificio residencial del Bronx. Es la oficina de Mekong, la organización sin fines de lucro que ayuda a la gente del sudeste asiático en Nueva York.
En Mekong, los jóvenes del sudeste asiático se juntan para organizar y aprender de sus historias. Discuten temas que varían de la historia de la Guerra civil camboyana a la deportación de EE. UU. de refugiados de esa zona. Su conversación a menudo toca el tema de sanar y del trauma intergeneracional.
“El trauma intergeneracional es lo que nos guía desde el principio”, dice el fundador de Mekong, Chhaya Choum, que vivió los primeros siete años de su vida en un campo de refugiados de camboyanos. “No reconocerlo sería un gran mal paso”.
Fuente: http://www.lagranepoca.com/ciencia-y-tecnologia/32570-los-hijos-de-sobrevivientes-de-genocidio-pueden-heredar-el-trauma-en-su-adn.html