COLOMBIA
Por Constanza Vieira, enviada especial
Compañeros y compañeras de Vanesa Coicué la homenajearon con bailes tradicionales.
Crédito: Constanza Vieira/IPS
EL CREDO, Colombia, oct (IPS) - La consistente violación al derecho internacional humanitario en Colombia llevó hace un mes a la muerte de la niña indígena Vanesa Coicué. Ocurrió en las montañas del norte del departamento del Cauca, en el sudoeste del país.
El ejército llegó el jueves 15 de septiembre a las 04:40 de la mañana hora local y acampó al pie del colegio étnico de El Credo, una aldea de 768 habitantes y 136 casas encaramadas en una loma entre Santander de Quilichao y Toribío, la capital del pueblo nasa.
"Nos pusimos a esperar a que se fueran", contó a IPS Floresmiro Palomo, coordinador del sitio donde se refugia la comunidad cuando hay combates y miembro de la Guardia Indígena, un mecanismo humanitario, ancestral y voluntario de defensa y de resistencia civil, compuesto por niños, mujeres y adultos, que busca proteger la cultura.
A las 06:30 no se habían ido y una comisión de la Guardia pidió a los oficiales al mando que se retiraran de las inmediaciones del colegio, designado "sitio de asamblea permanente", como denomina a esos refugios la comunidad nasa.
La Institución Etnoeducativa Agropecuaria El Credo está enmallada y demarcada con banderas blancas en sus costados. Una valla de advertencia puesta por la organización humanitaria alemana Diakonie Katastrophenhilfe anuncia desde la puerta: "Zona escolar – espacio de protección humanitaria – no armas".
En los frecuentes combates que ocurren en la zona, de importancia estratégica en la guerra de 47 años entre las fuerzas de seguridad del Estado y las guerrillas comunistas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), la Guardia Indígena suele encargarse de mantener a ambos bandos alejados del refugio.
En junio de 2010, en una ofensiva militar dos meses antes de iniciarse el gobierno de Juan Manuel Santos, la Guardia acordonó la loma que domina el colegio "y cuando venía el ejército no lo dejábamos entrar", rememoró Palomo.
"Esta vez nos pidieron dizque un documento para ellos no entrar", agregó, "ellos dicen que esto no es un sitio de asamblea permanente, que es solamente un colegio. Pero nosotros tenemos demarcado a 300 metros alrededor", explicó.
Ese jueves, las mujeres lideraron una muralla humana de 300 indígenas para impedir que los militares ingresasen al lugar humanitario.
Siempre que el ejército se acantona en El Credo, la guerrilla llega unas dos horas después a presentar lucha.
Las FARC arribaron a las 08:30 y el combate comenzó. Unos 600 militares diseminados loma arriba de El Credo y abajo, en el caserío Pajarito, se enfrentaron a un número indeterminado de guerrilleros que disparaban desde todas partes.
A esa hora el colegio hervía de gente. Los tiros se prolongaron durante todo el día. "Los niños lloraban y todos gritaban en medio de esa ‘balacera’, pero ellos no nos prestaron atención", contó Palomo.
De Pajarito subieron los soldados a las siete de la noche. Acamparon alrededor del colegio.
El viernes 16 a las 05:45 el combate reinició. Los indígenas fueron a parlamentar de nuevo, pero no los atendieron. Los militares se atrincheraron en las viviendas que bordean la entrada a la explanada del colegio: 28 casas con materas de flores de colores sobre la vía que sube a El Credo.
"Comenzaron a disparar de aquí para abajo, y los otros (desde más arriba) por encima de nosotros. Y la gente ahí", describió Palomo.
Subieron representantes de la autoridad regional, la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca, a hablar con los comandantes militares. A ellos tampoco les prestaron atención. El combate siguió. "La guerrilla comenzó a tirar cilindros-bomba. Desde arriba en la montaña, el ejército también tiraba" sus proyectiles, según el Guardia Indígena.
Hasta que a las 03:50 de la tarde explotó un misil en el patio de la casa del periodista comunitario Abel Coicué que mató a su niña, Vanesa, y dejó otras ocho personas heridas. Para la Defensoría del Pueblo (ombudsman), el proyectil, relleno de metralla, fue disparado por las fuerzas insurgentes.
"La guerrilla lo lanzó desde abajo. Desde la vereda Pajarito (vecindario rural). Pero no sabemos realmente si fue de la guerrilla o del ejército", matizó Wilson García, vicepresidente de la local Junta de Acción Comunal, una instancia de interlocución creada por el Estado.
Los indígenas esperarán a que la autoridad forense dictamine la autoría. "Lo único que sabemos es que estaban tirando bombas de parte y parte. De arriba tiraban y de acá abajo también", agregó.
"Cuando pasó eso, ahí sí el ejército se retiró de aquí, se fue para arriba en la montaña", dijo Palomo. A las cinco de la tarde ya no había militares en El Credo. Días después volvieron, pero mantienen prudente distancia.
Desde que murió Vanesa la gente llega por las tardes al colegio a dormir. "La asamblea permanente es indefinida mientras los actores armados estén aquí", señaló Palomo.
De día la gente se va a trabajar, la mayoría en sus chagras (huertos).
Mientras, sube y baje montañas, la Guardia Indígena recorre día y noche, "controlando el territorio, para que ellos vean que estamos organizados", advirtió.
"Con lo que pasó, la comunidad tomó la decisión de hacer algo drástico. Eso nos puede traer consecuencias, pero ellos dicen que no importa y que si ven a la guerrilla la desarman", anotó el Guardia Indígena.
Los comuneros "dicen que no se van a dejar matar, como está ocurriendo", agregó. Piensan decomisar e incinerar cuanta arma se encuentren en su territorio, no importa en manos de quién.
Desde el día de la velación de Vanesa, el sábado 17, el coronel Hugo Meza, comandante del ejército en el área, está notificado de que esto ocurrirá. Lo saben el personero (defensor de derechos humanos municipal, que reporta al Ministerio Público), la alcaldía, el cabildo y el ombudsman en Popayán, la capital del Cauca.
Palomo subrayó: "Yo lo mandé por fax, para que ellos sepan la decisión que tomó la comunidad".
El coronel Meza les contestó a los indígenas que sus soldados no se van a dejar desarmar. Los indígenas respondieron: "Nosotros somos 600. Si encontramos otra vez a 30 soldados metidos dentro de la comunidad, si ellos matan a 100, quedaremos 500 para hacer el trabajo que toque hacer".
Meza les dijo "que ellos nos estaban cuidando a nosotros", indicó Palomo. "Yo le dije que nos están causando es problemas", le respondió. La lógica es: si los militares no hubieran estado dentro de la comunidad, en medio de las viviendas, "no hubiera pasado lo que pasó".
La desmilitarización del territorio nasa comienza esta semana.(FIN/2011)
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