Lanzamiento de la Red Informativa de Genocidio y Derechos Humanos

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jueves, 23 de abril de 2015

Descendientes de las víctimas del genocidio armenio contaron sus historias y agradecieron a Francisco

El centenario del Genocidio Armenio y la mención hecha por el papa Francisco de esa acción de exterminio durante su sermón el pasado 12 de abril en la Basílica de San Pedro, abren una nueva etapa "crucial y esperanzadora" en este atávico reclamo, opinaron descendientes de víctimas e integrantes de esta numerosa colectividad en Argentina, que narraron a Télam algunas de sus historias ancestrales.

Arturo Ohanessian y Manuel Manoukian, opinaron en una entrevista con Télam que las palabras de Pontífice son "el resultado de las luchas y reclamos" protagonizados por la enorme diáspora armenia, calculada en 8 millones de personas en todo el mundo y en alrededor de 200 mil en Argentina.

"Las palabras del Papa son un click, marcan un antes y un después y estamos muy agradecidos, pero nada de lo dicho por él hubiera ocurrido si no fuera por décadas y décadas de peleas y reclamos", subrayó Ohanessian, de 72 años de edad y comerciante.

Tras estas palabras, en una semana que derrama sentido histórico y político para esta colectividad, ambos entrevistados hilaron historias familiares vinculadas a la masacre iniciada en 1915, que -según expresaron- les fueron transmitidas por sus familiares en el ámbito cotidiano, alrededor de algún rito familar o de un lehmeyun (cómida típica) en la mesa, y que pese a su transmisión oral de generación en generación, sorprende por su intensidad y pasión.

"Las palabras del Papa son un click, marcan un antes y un después y estamos muy agradecidos, pero nada de lo dicho por él hubiera ocurrido si no fuera por décadas y décadas de peleas y reclamos"
Arturo Ohanessian Ohanessian es nieto de un joyero que vivíó en Smirna -en el oeste de Turquía, actualmente el segundo mayor puerto del país euroasiático tras Estambul-, que logró huir de esa ciudad en un barco francés hacia Grecia tras recibir noticias de que en Anatolia (en el este) ya se habían producido las primeras matanzas de armenios.

Como tantos millones, Ohanessian encarna la historia de una familia "desgajada", como grafica él mismo en su relato interrumpido por breves silencios y suspiros, una familia que logró reconstituirse en parte (de muchos ellos jamás se supo su paradero) y que siente que la persistencia de la memoria es el modo elemental de "homenajear a las víctimas".

Muchos años después, en la Grecia que los recibió y que -según relata- albergó más de 120 mil refugiados durante los primeros años del genocidio, se conocieron sus padres desde donde viajaron a Argentina en 1948, dos años después de nacer Arturo.

Manoukian, de 84 años y maestro mayor de Obras, también intercala sus recuerdos con prolongados silencios y miradas al suelo, buscando forzar la memoria para no extraviar el legado de sus ancestros.


Sus padres son oriundos de Adana, en el sur de Turquía y cerca de la frontera con Siria. Huyeron tras ver "cerros de cadáveres" -relata- y poco después de ver "como mataban a su tío Sarkís delante de todos los adultos de su familia", lo que los obligó a sumarse a la prolongada peregrinación por el desierto, rumbo a Siria y Líbano, donde él y sus hermanos fueron repartidos en varios orfanatos.

"Sólo quedaron los chiquitos..mataron hasta a las mujeres" dice en voz baja, antes de relatar que su padre viajó a la argentina décadas después para ir trayendo a sus hermanos vivos, que habían quedado repartidos en varios países de la región.
"Todos ellos trabajaron limpiando zapatos, trasladando agua en baldes o en plantaciones durante años", recuerda.

Mientras el diálogo crece en intensidad, Arturo señala que "nunca" conversó con su madre en español, aunque ella hablaba perfectamente este idioma. "Todas nuestra conversaciones eran en armenio", insiste buscando graficar el modo en que la mujer persistía en preservar el legado de sus antepasados.

Luego, ambos coincidieron en que el crecimiento de este antiguo reclamo "tiene mucho que ver con la falta de justicia y que, de haber existido ésta, el reclamo no tendría la magnitud ni el crecimiento que logró durante los últimos años.

"Por eso la juventud, nuestros hijos, ahora es tan militante, y por eso participamos tanto", concluye Manuel.

La comunidad preparó largamente esta conmemoración, a la que le dio dio un gran sentido simbólico, buscando profundizar en todo el mundo el conocimiento de esta matanza y buscando que una nueva visibilidad y consenso global contribuya al reconocimiento y la búsqueda de justicia.

Como resultado del genocidio, nació la diáspora armenia, muy influyente en países como Estados Unidos, Francia o Argentina, mientras la actual Armenia logró su independencia tras la caída de la Unión Soviética en 1991.

Fuente: http://www.telam.com.ar/notas/201504/102623-genocidio-justicia-carcel-policias-sahara-armenia.html

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