La semana pasada, una noticia se abrió paso por entre la indiferencia que suele rodear la información procedente de Guatemala. Se trata del juicio a Efraín Ríos Montt, uno de los dictadores más siniestros de la historia latinoamericana.
Tras años de burlar e intimidar a los jueces, el general que gobernó Guatemala entre abril de 1982 y agosto de 1983, está en el banquillo, en su país, acusado de ser el autor intelectual de 13 masacres, en las que fueron asesinados 1.771 indígenas ixiles, una de las 22 etnias mayas que integran el 60 por ciento de la población guatemalteca.
Las asociaciones de víctimas y los defensores de derechos humanos resaltan que las acusaciones contra Ríos apenas son la punta del iceberg. La Comisión de Esclarecimiento Histórico de Guatemala afirma que, bajo su mandato, se produjeron un tercio de los crímenes del largo conflicto interno que azotó al país desde 1960 hasta 1996. Durante la totalidad del conflicto, 200.000 personas fueron asesinadas, más de 45.000 desaparecieron, se cometieron más de 600 masacres y un millón y medio se convirtieron en desplazados o refugiados.
El 98 por ciento de las víctimas eran indígenas inermes. EL TIEMPO entrevistó a la abogada Sofía Duyos, coordinadora del Proyecto Guatemala del sindicato español Comisiones Obreras, que representa a las víctimas de estos crímenes ante la Audiencia Nacional de España. Este sindicato asumió dicha tarea en 1999, cuando Rigoberta Men-chú demandó por genocidio en España a los ex altos cargos militares, por la imposibilidad de hacerlo en ese momento en su país.
¿Cómo se fue gestando este genocidio en Guatemala?
A final de los años 70, las comunidades indígenas, con la influencia de la Iglesia católica, empezaron a autogestionarse y a fundar cooperativas, y dejaron de ir a trabajar como temporales en condiciones de semiesclavitud a las grandes haciendas del sur del país. Esto supuso una ruptura de un sistema de explotación del indígena que venía desde la Colonia. Por esta misma época, la guerrilla de orientación marxista Ejército Guatemalteco de los Pobres (EGP) se instaló en esas mismas áreas y esto selló el destino de las comunidades mayas.
¿Quedaron entre dos fuegos?
En algunos casos sí. Pero, sobre todo, sufrieron una represión brutal del gobierno del general Lucas García, primero, y una, aún más devastadora, bajo el mandato de Efraín de Ríos Montt. Con el argumento de que los indígenas podían unirse a los guerrilleros, el Estado los identifica como objetivo militar.
¿Qué ocurrió entonces?
Al comienzo, la represión se dio a través de asesinatos selectivos de líderes indígenas y operativos de intimidación para acallar a los que se atrevieran a protestar. Con la llegada al poder de Ríos Montt, estos operativos dieron paso a un programa de exterminio, que buscaba destruir los medios de vida de los mayas, su tejido social y su identidad cultural. La llamada Operación Sofía fue una acción de tierra arrasada que buscó destruir al pueblo maya. En dos meses, los especialistas del Ejército, por orden del Estado Mayor, que supervisaba minuto a minuto sus progresos, destruyeron más de doscientas aldeas y caseríos mayas en el municipio de Nebaj, con el apoyo de cientos de paramilitares.
¿Qué ocurría cuando el ejército llegaba a las aldeas mayas?
Cuando los soldados llegaban mataban a todas las personas que encontraban, perseguían por el monte a los que intentaban huir, violaban a las mujeres y a las niñas, destruían todas las cosechas y quemaban las casas y los templos, para que nadie pudiera regresar. También "le perdonaban" la vida a una parte de la población, que luego llevaban a campos de concentración, o aldeas "modelo", controladas por los militares.
¿Qué trascendencia tiene esta operación en el proceso contra Efraín Ríos Montt?
La Operación Sofía es una prueba vital en el proceso en su contra, porque existe constancia documental de ella. En ese documento figura toda la cadena de mando que participó y supervisó la operación, con nombres y apellidos y sus cargos, las órdenes que se dieron y los reportes de patrulla firmados de las ejecuciones de hombres, mujeres, niños y ancianos. En los reportes, por cierto, no figura ni un solo combate con la guerrilla. En las pruebas del proceso, el alto mando se felicitaba por el éxito de la Operación, pero hoy el Ministerio de Defensa de Guatemala sigue negando su existencia.
¿Qué ocurría en esos campos de concentración?
Los sometían a un régimen militar y les prohibían hablar su idioma, usar sus trajes, practicar su religión. En las masacres hubo una muerte rápida y, en los campos de concentración, una muerte lenta, que consistía en despojar a los mayas de su identidad. Muchos fueron obligados a convertirse en paramilitares, a delatar a sus hermanos y a sus vecinos, y a matarlos.
¿Cuántos guatemaltecos fueron reclutados a la fuerza para participar en el genocidio?
Bajo Ríos Montt pudieron ser hasta un millón. Hubo un momento en que uno de cada dos hombres entre 16 y 60 años era paramilitar. La finalidad de esta política era involucrar a todos los indígenas en la destrucción de su propia cultura.
¿Nadie lograba escapar al paso del Ejército?
En el área Ixil, donde se produjo el genocidio por el que se juzga a Ríos Montt, miles de niños, mujeres y ancianos que se habían escondido en las montañas murieron de hambre, frío y desolación. En cuanto el Ejército detectaba que había una concentración mayor de indígenas, lanzaba bombas de fósforo blanco para dispersarlos. Era imposible escapar.
¿Cómo se explica que nadie pusiera el grito en el cielo para detener el genocidio?
Dentro del país, las organizaciones, los intelectuales y todo el que denunciara las masacres y la política del terror era perseguido y eliminado. Amnistía Internacional y Human Rights Watch hicieron investigaciones muy importantes y publicaron informes demoledores sobre la situación de los derechos humanos en el país. Pero estos informes, en parte por el racismo que existe contra el indígena, no tuvieron repercusión en la prensa internacional.
¿Qué papel desempeñó en este sentido el gobierno de los Estados Unidos?
En la época de Ríos Montt, según los documentos desclasificados por los Archivos de Seguridad Nacional de Washington, el gobierno estadounidense estaba al tanto de las masacres, de los escuadrones de la muerte, de todo. Sin embargo, el presidente Ronald Reagan, que era evangélico como Ríos, sostenía que el dictador era un buen gobernante al que estaban intentando difamar. Su apoyo fue un cheque en blanco para el genocidio.
Con la firma de los Acuerdos de Paz de 1996, la guerra entre el gobierno y los movimientos guerrilleros llegó oficialmente a su fin. ¿Qué pasó con los indígenas?
Una parte de los refugiados que había en México regresó y a algunos les dieron parcelas para reubicarse. Pero, en general, los gobiernos posteriores abandonaron por completo a los sobrevivientes, en contra de lo que estipulaban los acuerdos de paz. Por este motivo, muchos indígenas sienten y dicen todavía que la guerra no ha terminado y que no hay paz. Siguen viviendo y muriendo en condiciones infrahumanas, sin tierra, sin agua, sin educación, sin salud y sin derechos en general.
¿Qué significa para Guatemala que se juzgue a Ríos Montt?
El enjuiciamiento representa un hito histórico para las víctimas del genocidio. También es un desafío para el gobierno actual, que está presidido por un militar y ha negado públicamente que el genocidio haya tenido lugar. Finalmente, es la ocasión para que el sistema de justicia demuestre que es capaz de juzgar al exdictador, que sigue teniendo el respaldo de una facción muy poderosa del ejército. Esta facción ha amenazado por escrito en los periódicos con volver a tomar las armas si es condenado.
¿Existen garantías de un juicio justo?
Todos los participantes en el juicio, incluidos los testigos, los peritos, las organizaciones de derechos humanos, los abogados y el propio juez Miguel Ángel Gálvez han recibido presiones, intimidaciones y amenazas (Duyos no quiso por eso foto suya en esta entrevista). Pero todos ellos han demostrado también su valor, por el solo hecho de estar sentados en la sala. Por otro lado, hay que confiar en que la Corte Constitucional de Guatemala no le conceda a Ríos Montt la amnistía, como han pedido ya sus abogados.
¿Existe alguna esperanza de reconciliación?
Una condena contra Ríos Montt puede ser el comienzo de la reconciliación. También es la única garantía de que no se produzca otro genocidio en Guatemala. El odio hacia los indígenas y la radicalización de la extrema derecha hacen hoy más posible que nunca que esto pueda repetirse. Como me dijo hace unos días una mujer ixil sobreviviente de las masacres: que estén juzgando ahora a Ríos Montt significa que ya nadie puede negar que el ejército nos perseguía, nos violaba y nos mataba. Y que quien mandaba ese ejército era él.
JUAN TAFUR
ESPECIAL PARA EL TIEMPO
MADRID.
ESPECIAL PARA EL TIEMPO
MADRID.
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