Mario Nalpatian, vicepresidente de la Internacional Socialista, reivindicó la lucha constante y pacífica por la causa armenia. El reclamo incluye, además, una reparación por el crimen.
El 24 de abril se conmemoró en Córdoba, como en todo el mundo, el 98º aniversario del Genocidio Armenio, la deportación y exterminio de un millón y medio a dos millones de personas con que arrancó el siglo 20, el llamado “genocidio olvidado” que perpetró el Imperio Otomano entre 1915 y 1923.
Cerca de cumplirse un siglo del comienzo de esas matanzas, que condenaron al exilio a cientos de miles de armenios, sus descendientes llevan adelante una campaña de difusión para que el mundo, y sobre todo sus perpetradores, admitan la existencia de aquel exterminio.
“Yo soy la tercera generación posterior al genocidio. Para nosotros, lo más importante es su reconocimiento por parte de Turquía, que lo planificó y ejecutó, y también la reparación”, asegura Mario Nalpatian, miembro del Consejo Nacional Armenio Mundial y quien el año pasado fue elegido vicepresidente de la Internacional Socialista.
De visita en Córdoba sólo unos días después de los actos conmemorativos por el nuevo aniversario del Genocidio, Nalpatian habló con La Voz del Interior sobre el reconocimiento de esos hechos por parte de Argentina y del mundo. Además, se refirió a la actualidad de Armenia y a los sucesos que hoy hacen temblar otra vez aquella inestable región.
“Creo que nuestra lucha sirve para que otros pueblos, que también han sido víctimas de crímenes de lesa humanidad, vean en el espejo armenio que la lucha es posible, que la reivindicación pacífica, sin ánimo de venganza pero firme y constante, es posible”, afirma.
–¿Hasta dónde los ha llevado esa reivindicación pacífica y constante?
–El reconocimiento del Genocidio existe, la comunidad internacional lo tiene asumido, sabe lo que pasó. Pero hay países que por cuestiones políticas, como Estados Unidos, no lo reconoce. (Barack) Obama fue uno de los principales defensores del reconocimiento mientras fue senador. Pero, desde que asumió la presidencia, las declaraciones oficiales de cada año no usan la palabra Genocidio. Se debe a una cuestión política y de presión de Turquía, aliado fundamental en una región demasiado convulsiva. Sin embargo, casi todos los países europeos lo reconocen. En Latinoamérica, lo reconocieron Chile, Uruguay, Venezuela y Argentina.
–¿Cómo se transitó en Argentina ese camino de reconocimiento?
–El reconocimiento del Genocidio en Argentina recorrió un camino, si puede decirse, exitoso. Después del retorno de la democracia, en 1985 tanto la Cámara de Senadores como Diputados reconocieron parlamentariamente el Genocidio. En 1987, el presidente (Raúl) Alfonsín reconoció la existencia del Genocidio Armenio. En 2007, se sancionó la ley 26.199, que reconoce el Genocidio Armenio. Y en 2010, una sentencia del juez (Norberto) Oyarbide reconoció desde el Poder Judicial el Genocidio Armenio y el derecho a la verdad de los sobrevivientes y de sus descendientes, lo que marca un punto de inflexión.
–En dos años se cumplirá el centenario de ese crimen. ¿Cómo incidirá en la causa armenia?
–El centenario tendrá una trascendencia muy grande. Los armenios, en general, sabemos que la etapa de reconocimiento no se agotó aún. Sin embargo, ahora lo que exigimos es no sólo que Turquía reconozca el Genocidio y asuma su responsabilidad, sino que lleve a cabo medidas para la reparación del crimen cometido. Hablamos de indemnización, de devolución de territorio, de preservación de monumentos culturales de la Iglesia armenia… El reconocimiento tiene muchas acepciones.
–Después de negarlo durante casi un siglo, ¿por qué Turquía cambiaría ahora su posición?
–En la medida en que Turquía se profundice como Estado democrático, eso contribuirá. En ese país hay un deep state , un Estado profundo que tiene el verdadero poder. Mientras este vaya cediendo espacio y aparezca una Turquía democrática, con alternancia entre distintos partidos, podrá haber un cambio de mentalidad. Cuando en 1923 se fundó la actual república de Turquía, se borró el pasado inmediato del país. Hay generaciones de turcos y clases políticas que se educaron y crecieron desconociendo su pasado inmediato. Pero nuestro activismo obligó a los turcos a tomar nota e incluir en su agenda política la cuestión armenia.
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