Los palestinos dieron un paso firme hacia el reconocimiento pleno de su Estado al tiempo que la primera potencia mundial, Estados Unidos, puso la primera zancadilla ante la marcha palestina. Reunida en París hasta el 10 de noviembre, la Conferencia General de la Unesco votó la adhesión de Palestina como Estado miembro de pleno derecho. El ingreso de Palestina a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura cambia radicalmente el régimen precedente de los palestinos ya que, hasta ayer, Palestina sólo tenía un estatuto de misión observadora. La adhesión de Palestina como Estado de pleno derecho fue aprobada por 107 votos a favor, 14 en contra y 52 abstenciones. Estados Unidos, que se opuso a la medida, decidió de inmediato suspender su financiación a la Unesco. Ello privará al organismo del 22 por ciento de su presupuesto, alrededor de 70 millones de dólares. Washington aplicó sin concesiones dos leyes que datan de los años ’90 y que prohíben que Estados Unidos financie cualquier agencia de las Naciones Unidas en la que Palestina sea aceptada como un Estado pleno mientras no se haya llegado a un acuerdo de paz con Israel.
Pero los ya clarísimos intereses de la administración norteamericana y su favoritismo hacia Israel no son los de la mayoría de los países de la comunidad internacional. Francia, la casi totalidad de los países árabes, los países del Brics (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica), Argentina, y exceptuando México, que se abstuvo, y Panamá, que votó en contra, los países de América latina cerraron filas a favor de los palestinos. Estados Unidos, Alemania y Canadá se opusieron, mientras que Italia y Reino Unido se abstuvieron. Israel también adelantó que retiraría su contribución financiera a la Unesco. El embajador israelí ante el organismo, Nimrod Barkan, dijo que el ingreso de Palestina como Estado era una “tragedia para la Unesco”. Barkan sacó del bolsillo las ya desgastadas amenazas contra los países que apoyaron a los palestinos. El embajador israelí advirtió que ello “debilitará” la capacidad de esos países a “influenciar la posición israelí”. Barkan tildó de “ciencia ficción” el ingreso de los palestinos a la Unesco y recalcó que éste era “un día triste” porque marcaba el momento en que “una organización decide desconectarse de la realidad”. El cruce de declaraciones entre los principales actores del conflicto israelo-palestino permite medir la distancia abismal que hay para llegar a un acuerdo de paz. Washington, a través de su embajador ante la Unesco, David Killion, estimó que la iniciativa del organismo era “prematura” y “contraproducente”. Muy por el contrario, el ministro palestino de Relaciones Exteriores, Riyad Al-Malki, declaró que se estaba viviendo “un momento histórico que le devuelve a Palestina parte de sus derechos”. Al-Malki refutó el argumento israelo-norteamericano que consiste en vincular el nuevo estatuto de Palestina con la paz en la región.
Palestina se convirtió en el Estado número 195 de la Unesco gracias a los estatutos que rigen a este organismo dependiente de la ONU. A diferencia de lo que ocurre en el Consejo de Seguridad, donde cinco países (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Rusia y China) tienen derecho de veto y pueden bloquear, entre otras cosas, la adhesión de un nuevo Estado, la Unesco sólo requiere dos tercios de los votos de la Conferencia General para adquirir el estatuto de Estado de pleno derecho en el seno de la Unesco. El nuevo régimen les permitirá a los palestinos que algunos de los territorios ocupados por Israel, entre ellos Belén, Hebrón y Jericó, sean reconocidos como Patrimonio Mundial de la Humanidad. Para el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, se trata de un éxito diplomático de gran alcance que torna un poco más tangible el reconocimiento de Palestina como Estado. El pasado 23 de septiembre, Abbas planteó oficialmente la aceptación de Palestina como Estado miembro de la ONU. El Consejo de Seguridad examinará la solicitud el próximo 11 de noviembre, pero ésta tiene pocas posibilidades de ser aceptada por cuanto Washington ya adelantó que ejercería su derecho de veto.
Por lo pronto, la Unesco aceptó en París el reto de funcionar con casi una cuarta parte de su presupuesto de menos (ver aparte). No es la primera vez que Estados Unidos chantajea a la Unesco con el retiro de su contribución financiera. Entre 1984 y 2003, Washington boicoteó a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura para protestar por su pésima administración y por la ideología tercermundista que imperaba en la Unesco. La directora general del Organismo, Irina Bokova, admitió que de ahora en más habría que “cortar programas y reajustar el equilibrio de nuestro presupuesto”. Sin embargo, para la responsable del organismo, ya no se trata de un “problema financiero”, sino de un “problema que concierne a la universalidad de nuestra organización”. Como ya se ha podido corroborar en el conflicto israelo-palestino y tantos otros dramas que sacuden al mundo, las grandes potencias mundiales tienen una visión variable de la “universalidad” de los derechos. Estos son “universales” según el peso de los intereses y no como valor supremo de la humanidad.
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