MUSEO DE MANUSCRITOS, YEREVAN, ARMENIA.
No todo es maravilloso ni suave danza melíflua en mi peregrinaje por las castigadas tierras mencionadas en las crónicas de Jenofonte en el año 550 A.C.
Me depara el espeluzne en el primigenio territorio del preeminente Tigran el Grande, que lograra el máximo apogeo del reino armenio allá por los años 95-55 A.C.
Se acallaron ya los tambores de guerra de la dinastía Artashésida. En mi deambular por el primer estado del mundo que adoptara el cristianismo como religión oficial en el año 301, no todo es motivo de loa ni de cantos trovadores.
La crónica viajera que narro en esta ocasión está plagada de lágrimas refrenadas, rabia e impotencia, amén de un desdén inconmensurable por aquellos que usurpan, aterrorizan y asesinan cuando el rumor de las palabras es sustituido por el bramido letal de la balla.
MUSEO DEL GENOCIDIO.
Hago un esfuerzo ímprobo para mantenerme sereno y cuerdo mientras anoto en mi agenda de viajes las explicaciones que nuestra fantástica guía acompañante, Ani Antonian, nos va traduciendo.
Es imposible en este recinto que evoca un genocidio inenarrable mantenerse impertérrito como una estatua de mármol. Resoplo como una marsopa herida y trato de permanecer incólume, invicto y neutral ante un panorama desplegado de documentos fotográficos que superan con creces mis peores pesadillas.
Dos fechas emparentadas por el horror me hablan a grandes rasgos de la matanza de armenios a manos de los turcos entre los años 1890-1915.
El museo está diseccionado en tres partes que recolectan vivencias antes, durante y después del genocidio.
El fotógrafo Armin Wegner ha tomado escabrosas instantáneas de ajusticiamientos, hambruna, miseria, desolación…. todo envuelto en harapos de atrocidad y macabra violencia.
Siento que me observan los rostros suplicantes inmortalizados en el objetivo de Wegner. Sus ojos son tan profundos… sus cuencas tan vacías…
El miedo impregna cada una de estas fotografías, la resignación, la muerte anunciada…
Estoy rodeado de masacre y putrefacción del alma humana, degradación en estado avanzado de locura, perversión espiritual e irracionalidad demoníaca.
Más sobre
Cuando un ser humano acaba con la vida de un semejante renuncia a su naturaleza humana para convertirse en un monstruo del caos, una fuerza sobrenatural desatada, un átomo fuera de control capaz de desestabilizar por sí solo el mismísimo cosmos.
En este museo la desolación tiene un radio de acción devastador, pues extermina tanto la vida como la cultura: pueblos arrasados, iglesias demolidas, los pilares de la idiosincrasia armenia aplastados y denigrados.
Me llama la atención, es casi como un rayo de luz penetrando las tinieblas del reino de Belcebú, el libro “Ravished Armenia” (“Armenia famélica”), escrito por Aurora Mardiganian; una superviviente, y por tanto heroína, que escapó de la masacre turca.
AURORA MARDIGANIAN, AUTORA DEL LIBRO “RAVISHED ARMENIA“
Existe un documental de 85 minutos de duración basado en esta obra testimonial.
MURAL DE SUPERVIVIENTES DEL GENOCIDIO ARMENIO.
Como un céfiro fresco abandono esta “urna funeraria” para interesarme por los tesoros legendarios que guarda en su interior el Museo de los manuscritos, en la capital de Armenia, Yerevan.
Es tiempo de abrirle la puerta al año 405, cuando Mesrop Mashtots crea el alfabeto armenio.
Aquí me espera ya una recolección de pergaminos del siglo V escritos con tinta confeccionada con cáscara de nuez.. También muchas obras imprescindibles como la Bíblia o el código de leyes armenio, creado por Mkhitar Gosh, traducidos por el propio Mashtots o sus discípulos.
Me topo con nombres imprescindibles del folclore armenio, como Komitas Vartabed, quien descifrara los 49 jazes o notas musicales y recuperara la música primigenia de los trovadores. También el políglota y polifacético Sayat Nova, arquitecto, trovador, quien cantaba en cuatro lenguas: turco, persa, armenio y georgiano.
Me muevo entre traducciones, libros en miniatura, obras deEuclídes, Aristóteles, Eurípides, tratados de filosofía, música, religión, teatro…
También numerosas donaciones de libros de eximios astrónomos como Copérnico o Ptolomeo.
MUSEO DE MANUSCRITOS
Los manuscritos, que son un prodigio de meticulosidad, paciencia, primor y minuciosidad, están escritos cno tintas naturales de öxido de cobre, cochinilla, cáscara de nuez o polvo de oro. En definitiva, visita obligada para conocer un poco más a fondo la historia del país redactada en manuscritos centenarios.