Lanzamiento de la Red Informativa de Genocidio y Derechos Humanos

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lunes, 8 de octubre de 2012

Cien años de la matanza de La Chorrera, Amazonas




Este viernes se conmemorará el genocidio de indígenas propiciado por la explotación cauchera.

La semana pasada, Marcelo Buinaje, un cacique huitoto de la comunidad de La Chorrera, en Amazonas, estuvo en Bogotá buscando una entrevista con el presidente Juan Manuel Santos.
Lo enviaron como delegado de las 22 comunidades que hay en el resguardo indígena Predio Putumayo, un terreno de 6 millones de hectáreas en el que habitan unos 5.000 nativos.
Su misión era lograr que el Presidente designara un delegado para que los acompañe en lo que ellos han denominado la conmemoración de los 100 años del genocidio indígena por parte de las caucheras.
Se refieren a lo que ocurrió en esa zona del sur del país a comienzos del siglo pasado, cuando la Casa Arana llegó a la zona para sembrar y explotar el cultivo del caucho.
De acuerdo con Buinaje, esa explotación no fue otra cosa que una "masacre" para los indígenas de la región, que no solo fueron asesinados, sino que fueron esclavizados.
"Fueron más de 80.000 los indígenas asesinados durante la explotación del caucho, que comenzó en 1912 y terminó en 1929", dijo el cacique.
Según Buinaje, la explotación cauchera fue realizada por una empresa peruana, de los Arana, que le vendían todo el caucho que los indígenas debían extraer a industrias británicas.
Clemencia Herrera, líder de La Chorrera, donde está instalada la Casa Arana, dijo que durante el tiempo que duró este proceso en la selva, los gobiernos colombianos de entonces nunca se preocuparon por la suerte de los nativos.
Por eso quieren que este 12 de octubre, un delegado de alto nivel del Gobierno los acompañe en la conmemoración, que se hará en la casa que sirvió como sede de la empresa, que hoy está convertida en un colegio.
Según Buinaje, a La Chorrera ya llegaron algunos delegados de Brasil, Gran Bretaña y Perú, para participar en el acto programado.
"Va a venir el nuncio apostólico, que trae un mensaje del Santo Papa por lo que nos ocurrió aquí", contó.
Para Herrera, sería muy importante que alguien de alto nivel del Gobierno esté allí el próximo viernes para que los acompañe en este acto simbólico, "que tiene como principal objetivo el compromiso de no repetición".
La situación
En el monte aledaño a La Chorrera todavía se pueden ver los árboles de caucho, en medio de la maleza, con las cicatrices que les dejó la explotación del siglo pasado.
Algunos caminos por los que los indígenas debían transportar el látex para ser llevado a Inglaterra en barco, también subsisten. Los actuales nativos los utilizan para desplazarse entre comunidades y para la cacería.
En el lugar también quedaron algunos palos de mango, que solo producen cada tres años unas frutas que pueden superar los dos kilos de peso.
En la zona no quedó ningún cementerio que dé cuenta de lo que ocurrió. Solo está el relato que dan los "antiguos" sobre las atrocidades que cometieron los 'blancos'.
Sin embargo, de acuerdo con el relato de Buinaje y de Herrera, hay noches, especialmente en las de tormenta, en las que, en medio de la selva, se escuchan extraños gritos y el llanto de hombres y niños. Es cuando la comunidad más recuerda las atrocidades que allí se cometieron.
Las cadenas con las que eran atados los indígenas fueron arrojados a las aguas del río Igara-Paraná hace 26 años, cuando la Caja Agraria comenzó la reconstrucción de la sede de la Casa Arana.
Llegar a La Chorrera no es fácil. Solo hay un vuelo de Satena a la semana y en lancha la ciudad más cercana es Leticia, a la que se puede llegar luego de 25 días navegando.
Buinaje no logró hablar con el Presidente. Intentó hacerlo con él en la clínica, pero no se lo permitieron. Tuvo que regresar el sábado a su comunidad. "Esperamos que esta vez el Gobierno central no nos abandone", dijo.
Con regalos para Santos
Los nativos de Predio Putumayo le habían enviado unos obsequios al Presidente. Un canasto, símbolo de la abundancia; una olla de barro, sinónimo de alimentación; hoja de coca molida, para el entendimiento y el conocimiento, y tabaco para mascar, para la tranquilidad.

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