Por: Nelson Fredy Padilla, editor dominical de El Espectador
El poeta y exministro rumano Varujan Vosganian explicó por qué su novela ha tenido impacto mundial y por qué el genocidio armenio se asimila a la violencia en Colombia.
El descubrimiento de El libro de los susurros lo debo al buen consejo de Mariana Sipos, exembajadora de Rumania en Colombia, traductora al rumano del Nobel Mario Vargas Llosa y ahora de El olvido que seremos, de Héctor Abad. “Muy pocos libros me han impactado tanto en la vida”, me dijo. Después de leer las 575 páginas de esta novela comparto su emoción. Es la reconciliación con la literatura testimonial, que algunos “eruditos” llaman “no ficción” casi siempre para demeritarla.
Es una obra con la trascendencia histórica y narrativa de Si esto es un hombre, la versión de Primo Levi sobre el genocidio nazi. Como enseña el novelista Milan Kundera en El telón, el autor no asume el papel de historiador pero sí el de un escritor consciente de la época que heredó. En este caso, como descendiente de los desterrados sobrevivientes del genocidio armenio a manos de los turcos, un terrible capítulo del que no había un documento con tal fuerza documental y poética. El Nobel de Literatura turco, Orhan Pamuk, se atrevió a hablar de ello y fue sometido a juicio y amenazado en su país. Ahora Varujan Vosganian logra una novela totalizante, uno de los libros más vendidos hoy en Europa y Latinoamérica, incluida Colombia.
Pero no es la voz del autor la que se impone, sino la de los sobrevivientes y los muertos, rescatados por la prosa del poeta rumano más reconocido, autor de El brujo azul (1994), El ojo velado de la reina (2001) y Jesús con mil brazos (2005). En 2009 publicó El libro de los susurros en rumano, que fue traducido al español por la editorial Pre-textos. Nacido en 1958, Vosganian procede de una familia de origen armenio emigrada a Rumania desde el antiguo Imperio Otomano tras el genocidio de 1915. Además de escritor es político, economista, matemático, profesor universitario y pianista. Es el líder de la comunidad armenia de Rumania y primer vicepresidente de la Unión de Escritores de Rumania. Entre 2006 y 2008 fue ministro de Economía y Finanzas y en los últimos veinte años, después de la caída del régimen comunista, ha sido miembro del Parlamento de Rumania, primero como diputado y en la actualidad como senador.
Es uno de los personajes invitados al II Festival del Centro Cultural Gabriel García Márquez de Bogotá, donde se presentará la noche del jueves 13 de septiembre. Esta fue la entrevista que le concedió a El Espectador, traducida del rumano por la también novelista Mariana Sipos.
El libro de los susurros ha tenido gran éxito en América Latina, ha sido muy bien recibida por los críticos literarios, pero también se situó entre los libros mas vendidos en algunos países, Colombia entre ellos. Como se explica este éxito en una zona del mundo tan lejana tanto de Rumania y tanto más de Armenia?
Hay grandes temas de la humanidad para los cuales no existen distancias o, dicho de otra manera, ningún punto del globo está demasiado lejos. El libro de los susurros es una historia del siglo XX, vista con los ojos de los que la han sufrido, en lugar de vivirla. El siglo XX ha traído a la humanidad muchos traumas: guerras mundiales, el genocidio, campos de concentración, fosas comunes, ideologías como instrumento de la autoridad, las búsquedas infructuosas de tu “yo” más profundo. Estos traumas son comunes en casi todos los pueblos del mundo. El libro de los susurros es un libro identitario para el pueblo armenio. Entre sus cubiertas se pueden encontrar los rasgos definitorios para ese pueblo: las tradiciones, las creencias religiosas, las canciones y los cuentos, los héroes más antiguos o más nuevos, sus melancolías y aspiraciones. Sin embargo, no es solamente un libro sobre armenios, sino también sobre judíos, sobre los alemanes, sobre los rumanos y sobre otros pueblos. La historia comienza en el patio de nuestra casa, de una pequeña ciudad de Rumania, pero se extiende sobre casi todos los continentes y a lo largo de un siglo. Una pequeña parte de la acción pasa incluso en América Latina, donde han emigrado algunos de los armenios de mi infancia.
Lo que se narra en El libro de los susurros puede ser lo mismo que le ocurre a las víctimas de la guerra en Colombia. Como usted dice ¿vale para cualquier tiempo como una coral de Bach? ¿Qué siente al venir a Colombia, el país con la última guerra de América, donde completamos medio siglo de muerte, desaparición, desplazamiento y destierro, y seguimos contando…?
A veces, los agresores no se parecen entre ellos, las victimas, sí. Los hombres pueden ser distintos, pero la lágrima sobre su mejilla es la misma para todos. Por eso, la compasión que han experimentado, sucesivamente, el autor y los lectores para las victimas sobre las cuales se habla en El libro de los susurros es también la misma con la compasión para las victimas de los conflictos de Colombia. Es la primera vez que llego a Colombia. Tengo respeto hacia su cultura, hacia su historia mágica, pero también hacia el sufrimiento de tantas personas inocentes.
¿Qué referencias tiene de la literatura colombiana?, porque en varios apartes me pareció sentir el espíritu del realismo mágico de García Márquez. ¿Encuentra alguna identidad entre Focsani y Macondo?
Se ha comentado mucho sobre las posibles semejanzas entre El libro de los susurros y Cien años de soledad, tanto en lo que se refiere al universo mágico, como también en relación con algunos personajes de las obras de Gabriel García Márquez, que tienen similitudes con mi abuelo Garabet, el personaje central de El libro de los susurros. He leído casi todas las novelas de Gabriel García Márquez escritas después de Cien años de soledad, es uno de mis autores preferidos. Por eso, es posible que las semejanzas aparezcan de esta consideración que le tengo. En general, la literatura hispana de Latinoamérica es muy conocida en Rumania y tenemos muy buenos traductores. Creo que utilizar la novela como iniciación en un mundo mágico es común en muchas culturas.
¿Cómo resumir la culpa de Turquía y Rusia frente al genocidio armenio?
No se pueden hacer comparaciones entre la responsabilidad de Turquía y la de Rusia. En los años del genocidio armenio, 1895-1915, Rusia, cualesquiera que sean sus razones, actuó en el apoyo del pueblo armenio. Las autoridades del Imperio Otomano son responsables del asesinato en masa de los armenios. La responsabilidad de los bolcheviques ocurre especialmente después de 1922, cuando las tropas comunistas invadieron la joven República de Armenia y la anexaron a la Unión Soviética. Por cierto, un personaje del libro El libro de los susurros resume estos dos tipos de responsabilidades, diciendo: los turcos trataron de matarnos el cuerpo y los bolcheviques trataron de matarnos el alma.
¿Cuáles son las cifras concretas más confiables del genocidio, entre 500 mil y un millón y medio de armenios?
En lo que se refiere a los crímenes, de la cifra uno en adelante, comienza el infinito. No puedes decir que 500000 es una cifra menor que un millón y medio. En esos años, el pueblo armenio contaba aproximadamente tres millones de almas. El genocidio organizado por las autoridades del Imperio Otomano ha reducido a la mitad al pueblo armenio. Han quedado abandonados miles de iglesias (casi 4000), miles de escuelas, cientos de miles de hogares. Aún hoy, en los desiertos de Mesopotamia se encuentran, entre las arenas, las huellas de los huesos de los mártires de entonces.
¿Por qué de parte de Turquía sigue sin haber reconocimiento del genocidio? ¿Lo habrá algún día? ¿Habrá indemnización?
Hay, en lo que se refiere a las pruebas, algunas diferencias entre el holocausto y el genocidio armenio. En el periodo de la primera guerra mundial, los medios de grabación video eran mucho más precarios que treinta años más tarde. Luego, mientras los aliados llegaron a Turquía años después de las acciones de destrucción masiva del pueblo armenio, los aliados de la segunda guerra mundial encontraron los campos de concentración en funcionamiento, por lo que no se ha podido negar el genocidio contra los judíos. Mientras las autoridades turcas han tratado de borrar cualquier rastro de las masacres, los nazis mantuvieron una contabilidad cínica, desde los números grabados en los brazos de los reclusos a los registros de transporte del gas mortal. Las pruebas en el genocidio armenio llegaron especialmente a través de los testimonios de los sobrevivientes, de los diplomáticos acreditados ante La Sublime Puerta Otomana.
Para Turquía reconocer el genocidio significaría renunciar a un cierto tipo de ideología nacionalista que fue cultivada décadas seguidas. Hay también otra dificultad relacionada con el hecho de que los armenios no eran inmigrantes en aquellos territorios, eran una población autóctona. Los armenios han vivido allí antes de la llegada de los turcos. Por lo tanto, estamos hablando no sólo sobre las víctimas, estamos hablando de toda una civilización destruida. Un buen día, Turquía va a tener que reconocer, como sucesor del Imperio Otomano, la realidad de los crímenes cometidos entre 1895-1922. El contexto político actual, sin embargo, ofrece a Turquía una posición geoestratégica importante y, por eso, una cierta influencia a su lobby negacionista.
¿Qué problemas de seguridad o políticos le ha generado documentar un genocidio por el que escritores como Orham Pamuk han sido llevados al paredón?
La novela fue escrita en el período 2003-2006. A partir de finales de 2006 he llegado a ser ministro de economía y comercio y luego ministro de economía y finanzas. Desde esta postura me tocó ser también copresidente de la parte rumana en la Comisión mixta de cooperación rumana-turca. Evité problemas políticos, retrasando la publicación de la novela hasta 2009, para no arriesgar un conflicto diplomático. Posteriormente, el lobby turco trató de impedir la difusión del libro ante el Gobierno de Rumania, sin éxito, pero con cierto éxito en el proceso de edición en otros países.
Más allá de la “operación Némesis”, la venganza plasmada en este libro es “no olvidar, no odiar”, sólo testimoniar, darle voz a las víctimas no a sus verdugos. ¿Fue el mandamiento de sus antepasados?
Mis abuelos me han enseñado no odiar. Ellos han hecho siempre la diferencia entre las autoridades que decidieron la destrucción de los armenios y la población turca. Permanecieron amantes hasta la muerte de la cultura turca. Mi abuelo nos cantaba viejas canciones de los derviches y muchas palabras, especialmente las relacionadas con las artes, las pronunciábamos en el idioma turco. Yo mismo sé algo del idioma turco, aprendido de mis abuelos. Por cierto, a mi abuelo materno, Setrak Melichian, lo salvó de la muerte una familia turca, escondiéndolo en un establo, protegiéndolo de las miradas extranjeras y curándolo de tifus.
¿Qué tanto afectó a la cultura armenia el secuestro y muerte de los intelectuales del 24 de abril, incluido el poeta Daniel Varujan?
El asesinato de cientos de intelectuales armenios, detenidos el 24 de abril de 1915 en Constantinopla, es una pérdida inestimable para la cultura armenia y para la universal. Desde Daniel Varujan, el mayor poeta de los armenios, que murió apedreado a los 31 años, y hasta el archimandrita Komitas, que enloqueció a la vista de tantas atrocidades, entre las víctimas de las masacres están figuras de primer tamaño de la cultura armenia de todos los tiempos.
Cíteme dos recuerdos sobre “la diferencia entre la humildad de los que mueren y la soberbia de los que matan”?
Hay en el libro dos de tales momentos: la matanza, delante de mi abuelo, de su hermano y el asesinato de Krikor Zohrab, erudito y miembro del Parlamento. Pero páginas como éstas se encuentran por miles entre los informes de los verdugos otomanos o entre los testimonios de los sobrevivientes.
¿Qué ha significado Rumania para los armenios?
El pueblo rumano ha apoyado a los armenios en muchos momentos difíciles o solemnes de su historia. Así sucedió después de la caída, a mediados del siglo XI, del Reino de Bagrates, cuando los refugiados armenios han encontrado refugio en el norte de la Moldavia de hoy. Esto ocurrió también durante el genocidio armenio, cuando Rumania fue el primer país que abrió sus puertas a los sobrevivientes. Así mismo, en 1991, Rumania fue el primer país fuera del espacio soviético que reconoció la nueva república armenia independiente. O en 1993, cuando en Bucarest se abrió la primera embajada de Armenia en los países de Europa central y oriental.
La comunidad armenia en Rumania, con una antigüedad de más de mil años, disfruta de derechos mayores que en cualquier otra comunidad armenia de la diáspora. Nuestras escuelas son financiadas íntegramente por el estado. Nuestros sacerdotes son asalariados del estado y el jefe del culto religioso tiene rango oficial de dignatario. La Unión de los Armenios de Rumania, la representante secular de la comunidad, es financiada por el presupuesto del estado. La prensa armenia y un número significativo de obras relativas a los armenios son financiados también totalmente por el estado rumano. Y la Unión de los Armenios de Rumania participa en las elecciones y, bajo una cláusula de la ley electoral, tiene escaños en el Parlamento.
¿Qué es la nación armenia después de las matanzas en Trebisonda, Bakú, dos guerras mundiales, el régimen comunista en Rumania?
La nación armenia es realidad y tradición y, por tanto, esta nación tiene futuro. El estado de Armenia es el estado cristiano más antiguo del mundo (desde 301 d.c.) y la literatura escrita en lengua armenia tiene una tradición de un milenio y medio. Los armenios se encuentran en todas las partes del mundo y son, al mismo tiempo, buenos armenios, pero también buenos ciudadanos de sus patrias por adopción.
¿Me puede dar cifras actuales de la diáspora armenia. Cuántos son y en qué países?¿Cuántos han regresado a la armenia exsoviética? Cuántos se quedaron en Rumania como Hartin Fringhian? ¿Hay armenios en Colombia?
No puedo darle cifras oficiales sobre la diáspora. Sabe que hay una broma en la Radio Yerevan. Un oyente pregunta: ¿Cuántos armenios hay en el mundo? La Radio Yerevan contesta: Incluyendo a los chinos, somos 1 billón y medio. No creo que su número supere los 10 millones. Pero su cohesión y los valores que comparten los hacen fuertes. Hemos vuelto todos, de alguna manera, a la Armenia ex soviética para ayudarla. Pero el número de quienes se repatriaron tras la caída de la Unión Soviética es muy pequeño. En Rumania, después de décadas de comunismo, cuando la mayoría de la comunidad emigró a los Estados Unidos, Francia, Argentina o a otros destinos, han quedado varios miles. Pero la comunidad es influyente y con un alto potencial. En las elecciones parlamentarias conseguimos 15-20 000 votos.
En Colombia creo que hay muy pocos armenios, como cien personas o poco más, según algunas fuentes. Pero es interesante para mi saber que hay una ciudad que se llama Armenia, por supuesto fue fundada antes del genocidio armenio y su nombre no se debe a los refugiados de las masacres, es sólo una reminiscencia bíblica, como hay tantas en la toponimia colombiana.
¿Qué significa para usted ser un escritor nacido de una sangría? ¿Cuánto tiempo le demandó la investigación y escritura de la obra teniendo en cuenta el rigor de las fuentes testimoniales y documentales que conforman un verdadero expediente de denuncia sin ser un libro de historia?
No soy un escritor nacido de una sangría. Llamarla, más bien, de una herida sin curar. En El libro de los susurros hay una descripción de la sangre, tal como la entendemos nosotros. No es bueno ser hijo de la sangre, porque la sangre, para ser viva, necesita otra sangre en la que sea derramada. Los armenios somos hijos de las melancolías.
Escribí el libro desde abril de 2003 hasta septiembre de 2006, luego, durante casi tres años, lo he reescrito y lo reduje en casi un tercio. Pero la documentación fue mucho más larga, quizás, de cierta manera, me he documentado toda la vida para escribir este libro.
Usted se cita como un escribano pero ¿cómo construye una poética de la muerte impresionante, en especial en el capítulo 8?
Lo más difícil al escribir sobre los mártires de tu familia y de tu linaje es no ser colérico, impulsivo. En el momento en el cual pones conclusiones, estás destruyendo el acto artístico. El arte no pone conclusiones, ellas pertenecen al lector. Si he conseguido una impresionante poética de la muerte, como dice Usted, entonces esto se debe al hecho que no he querido ser patético, sino presentar testimonio.
Claro que su abuelo Garabet decía que los poetas y no los generales son quienes escriben la historia. ¿Cómo trabajó el punto de vista narrativo?, porque hubiera podido ser primera persona absoluta pero se impone el nosotros, la primera persona del plural.
Aunque el libro parece autobiográfico, no se trata en realidad de mis recuerdos. Son de mis abuelos, de los ancianos armenios de mi infancia o quizás incluso más antiguos todavía. Pero, como decía mi abuelo, los vencidos son los que realmente hacen la historia y no los vencedores. Los vencedores tienen de su parte la fuerza, los vencidos tienen solamente sus creencias. La verdadera historia es la de las ideas, no la de las armas.
¿Qué tanto influyen en su literatura autores que exploraron este tipo de narrativa como como Primo Levi o Isaac Babel?
He leído muchas páginas de este tipo, desde Amos Oz hasta Elias Canetti, pero no me he sentido influenciado por ellos. Si uno lee mi narrativa de los años '80 verá que yo experimentaba ya este estilo desde entonces. La palabra es la mitad tuya y la mitad de la persona que la escucha o la lee. También así mismo es el mundo sobre el cual escribes, la mitad es tuyo, de tus vivencias, pero la otra mitad es de la realidad que habría ocurrido incluso si tu no hubieras nacido.
Walter Benjamin escribió que "la narrativa es el lenguaje del perdón". ¿Cree que logró ese objetivo con su libro? Usted habla del “libro de la curación”, ¿la obra lo deja curado de espíritu?
Sentí que he cumplido con un deber. En toda mi vida he temido la muerte solamente mientras escribía este libro. Tenía miedo a morir antes de acabarlo. Y después de terminar, viví una verdadera pesadilla, temiendo que no me ocurriera algo antes de publicarlo. En este libro conseguí conciliarme con los muertos, con aquellos que han muerto en nuestro lugar, para que nosotros podamos vivir en su lugar.
¿Qué perspectiva del poder y del Estado le dio haber sido ministro de Economía y Finanzas? ¿Cual es la relación entre literatura y politica en su vida?
Es una pregunta que se me hace a menudo. Cómo puede un hombre ser ministro de finanzas y escritor al mismo tiempo. Digo que si estás auténtico, puedes hacer cosas auténticas, aunque aparentemente parecen diferentes.
La política es el arte de la comunicación, la economía es una forma de cultura, cultura gerencial, y la cultura misma es, por definición, una forma de comunicación.
Las tres tienen este elemento común. En la situación en la que pones el mismo conjunto de valores como fundamento de estas actividades, ellas se pueden relacionar. Además, el político se recuperará a través de la cultura. Porque la cultura es la única ocupación humana que vence sin dejar vencidos, que conquista sin humillar. Y que da la gran oportunidad de que la lágrima de tu ojo no te impida ver la lágrima del otro.
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