Roque Orlando Montenegro desapareció el 13 de febrero de 1976. Su cuerpo fue encontrado en mayo de ese año en las costas uruguayas y enterrado como NN en Colonia. “Estamos todos en carne viva”, contó su hija. También dijo que siente “la paz que da la verdad”.
Por Ailín Bullentini
Victoria Montenegro toma aire, resuelve romper el silencio que hasta entonces reinaba en la pequeña sala de la sede de Abuelas de Plaza de Mayo y habla: “Quizá se trate de un milagro, de otro más”. Se refiere a la identificación de los restos de su papá, Roque Orlando Montenegro, que estaba desaparecido desde el 13 de febrero de 1976. “Como lo fue la búsqueda de Abuelas, que con una gota de sangre de mi familia me encontraron a más de dos mil kilómetros de mi verdadero hogar, el hecho de que con una gota de mi sangre, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) haya encontrado a mi papá, que estuvo tantos años enterrado en Uruguay, también es un milagro”, explicó ayer, cuando en compañía de la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, y el integrante del EAAF Carlos Somigliana, hizo pública la noticia. “Acá hay una mezcla de sensaciones: el dolor de saber que Victoria sólo puede abrazar los restos de su papá y la alegría de saber que finalmente lo tiene”, reflexionó Carlotto.
La sensación de la hija de “Toti”, como le decían a Roque, e Hilda Ramona Torres, aún desaparecida, también es una combinación “difícil de explicar”. Porque el dolor de conocer el destino final de su padre y de “saber que tuvo que atravesar situaciones que creía ajenas a él” está, claro. Pero también siente paz, “la paz que da la verdad”, expresó. “Es un proceso, todavía estamos todos en carne viva”, explicó a Página/12 (ver aparte).
Fue en agosto de 2011 cuando Victoria recibió la confirmación oficial de que los restos de un hombre que había permanecido casi 30 años enterrado como NN en el cementerio de la ciudad uruguaya de Colonia eran los de su padre. Poco menos de once años atrás, el 5 de julio de 2000, un análisis de ADN le había restituido su verdadera identidad. En el camino de asimilación de su nueva realidad, Victoria aceptó dar una muestra de su sangre al EAAF y comenzar así la búsqueda de su familia.
Según detalló Somigliana, Roque Montenegro apareció muerto el 17 de mayo de 1976 en la costa de Colonia. Allí fue enterrado junto a otros siete cuerpos que fueron hallados en condiciones similares, aunque en diferentes momentos. El de Roque fue exhumado en 2002. “A partir de 2005, mediante el mejoramiento y el avance de técnicas en genética, comenzamos a trabajar con los restos. Recién en marzo de 2011 se pudo extraer una muestra apta para ser utilizada, que coincidió exactamente con el ADN que había dado Vicky”, explicó el integrante del grupo de investigadores.
Victoria lo supo fehacientemente en agosto de ese año, con los resultados positivos de la pericia genética. La Cámara Federal de la Ciudad de Buenos Aires formalizó la identificación el 29 de diciembre pasado y, previo a la autorización de la Justicia de Uruguay –que actuaba en la causa por la aparición de cuerpos sin identidad en Colonia–, dispuso la entrega del cuerpo a la familia. El lunes, Victoria y sus hijos depositaron provisoriamente los restos de Roque en la iglesia de la Santa Cruz. En agosto lo llevarán a Metán, “su pueblo natal, ese que siempre amó”, en Salta, para que descanse cerca de sus seis hermanos.
Somigliana coincidió con la idea del “milagro” planteada por la nieta recuperada, sobre todo al considerar la “eficacia” de los vuelos de la muerte a la hora de “desaparecer personas”. “Entre 50 y 70 cuerpos aparecieron en circunstancias que permiten suponer que fueron víctimas de los vuelos, lo que sería cerca del uno por ciento del total de las víctimas que se calcula fueron sometidas a esa metodología. En el 99 por ciento de los casos fue eficiente y no hay rastros”, calculó. Del grupo de cuerpos enterrados sin identificación en Uruguay, el caso de Montenegro es el segundo que el EAAF cierra con éxito. El anterior fue el de Horacio Abeledo, que llegó a las costas del país vecino en septiembre de 1976. Los demás permanecen bajo la investigación del equipo de antropología.
“Todo esto me hace pensar que antes que el espanto que nos pasó está la fuerza del milagro con la que todo cobra sentido: la lucha de las Abuelas y de los organismos de derechos humanos, el trabajo del EAAF y el compromiso de tantas personas anónimas permitieron devolverle la dignidad a mi papá”, analizó la nieta recuperada que, a más de 35 años de haber perdido todo, sigue recuperando su historia. “Estamos hablando de la libertad de una nieta, de una hija”, consideró luego Carlotto, quien evaluó que “la verdad a veces provoca dolor, pero siempre suma fuerzas para seguir” y concluyó: “Victoria va a acompañar los restos de su papá hasta su provincia y junto con sus familiares van a poder hacer el duelo. Con lágrimas, pero con más fuerza. Eso es lo importante”.
La identificación del cuerpo de Roque no solo suma verdad a la historia de su única hija, sino también a la del país. El hecho de haber aparecido en las costas uruguayas en mayo de 1976, casi tres meses después de haber desaparecido, es una prueba más de que el plan sistemático de desaparición de personas aplicado por la última dictadura no comenzó el mismo 24 de marzo de 1976, cuando los uniformados se instalaron en el poder. “Mi papá es uno de los cuerpos que denuncia Rodolfo Walsh en su Carta Abierta a la Junta Militar y es la prueba cabal en sí misma del macabro accionar de la última dictadura –denunció Victoria–. Pero por sobre todas las cosas es mi papá, el abuelo de mis hijos, el hermano de mis tíos. El que hace un tiempo atrás empecé a extrañar y quien de alguna forma me ayudó y ayuda a acomodar la verdad, que es la que alumbra lo que perdura y lo que seguimos construyendo.”
Roque Orlando Montenegro desapareció el 13 de febrero de 1976. Su cuerpo fue encontrado en mayo de ese año en las costas uruguayas y enterrado como NN en Colonia. “Estamos todos en carne viva”, contó su hija. También dijo que siente “la paz que da la verdad”.
Por Ailín Bullentini
Victoria Montenegro toma aire, resuelve romper el silencio que hasta entonces reinaba en la pequeña sala de la sede de Abuelas de Plaza de Mayo y habla: “Quizá se trate de un milagro, de otro más”. Se refiere a la identificación de los restos de su papá, Roque Orlando Montenegro, que estaba desaparecido desde el 13 de febrero de 1976. “Como lo fue la búsqueda de Abuelas, que con una gota de sangre de mi familia me encontraron a más de dos mil kilómetros de mi verdadero hogar, el hecho de que con una gota de mi sangre, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) haya encontrado a mi papá, que estuvo tantos años enterrado en Uruguay, también es un milagro”, explicó ayer, cuando en compañía de la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, y el integrante del EAAF Carlos Somigliana, hizo pública la noticia. “Acá hay una mezcla de sensaciones: el dolor de saber que Victoria sólo puede abrazar los restos de su papá y la alegría de saber que finalmente lo tiene”, reflexionó Carlotto.
La sensación de la hija de “Toti”, como le decían a Roque, e Hilda Ramona Torres, aún desaparecida, también es una combinación “difícil de explicar”. Porque el dolor de conocer el destino final de su padre y de “saber que tuvo que atravesar situaciones que creía ajenas a él” está, claro. Pero también siente paz, “la paz que da la verdad”, expresó. “Es un proceso, todavía estamos todos en carne viva”, explicó a Página/12 (ver aparte).
Fue en agosto de 2011 cuando Victoria recibió la confirmación oficial de que los restos de un hombre que había permanecido casi 30 años enterrado como NN en el cementerio de la ciudad uruguaya de Colonia eran los de su padre. Poco menos de once años atrás, el 5 de julio de 2000, un análisis de ADN le había restituido su verdadera identidad. En el camino de asimilación de su nueva realidad, Victoria aceptó dar una muestra de su sangre al EAAF y comenzar así la búsqueda de su familia.
Según detalló Somigliana, Roque Montenegro apareció muerto el 17 de mayo de 1976 en la costa de Colonia. Allí fue enterrado junto a otros siete cuerpos que fueron hallados en condiciones similares, aunque en diferentes momentos. El de Roque fue exhumado en 2002. “A partir de 2005, mediante el mejoramiento y el avance de técnicas en genética, comenzamos a trabajar con los restos. Recién en marzo de 2011 se pudo extraer una muestra apta para ser utilizada, que coincidió exactamente con el ADN que había dado Vicky”, explicó el integrante del grupo de investigadores.
Victoria lo supo fehacientemente en agosto de ese año, con los resultados positivos de la pericia genética. La Cámara Federal de la Ciudad de Buenos Aires formalizó la identificación el 29 de diciembre pasado y, previo a la autorización de la Justicia de Uruguay –que actuaba en la causa por la aparición de cuerpos sin identidad en Colonia–, dispuso la entrega del cuerpo a la familia. El lunes, Victoria y sus hijos depositaron provisoriamente los restos de Roque en la iglesia de la Santa Cruz. En agosto lo llevarán a Metán, “su pueblo natal, ese que siempre amó”, en Salta, para que descanse cerca de sus seis hermanos.
Somigliana coincidió con la idea del “milagro” planteada por la nieta recuperada, sobre todo al considerar la “eficacia” de los vuelos de la muerte a la hora de “desaparecer personas”. “Entre 50 y 70 cuerpos aparecieron en circunstancias que permiten suponer que fueron víctimas de los vuelos, lo que sería cerca del uno por ciento del total de las víctimas que se calcula fueron sometidas a esa metodología. En el 99 por ciento de los casos fue eficiente y no hay rastros”, calculó. Del grupo de cuerpos enterrados sin identificación en Uruguay, el caso de Montenegro es el segundo que el EAAF cierra con éxito. El anterior fue el de Horacio Abeledo, que llegó a las costas del país vecino en septiembre de 1976. Los demás permanecen bajo la investigación del equipo de antropología.
“Todo esto me hace pensar que antes que el espanto que nos pasó está la fuerza del milagro con la que todo cobra sentido: la lucha de las Abuelas y de los organismos de derechos humanos, el trabajo del EAAF y el compromiso de tantas personas anónimas permitieron devolverle la dignidad a mi papá”, analizó la nieta recuperada que, a más de 35 años de haber perdido todo, sigue recuperando su historia. “Estamos hablando de la libertad de una nieta, de una hija”, consideró luego Carlotto, quien evaluó que “la verdad a veces provoca dolor, pero siempre suma fuerzas para seguir” y concluyó: “Victoria va a acompañar los restos de su papá hasta su provincia y junto con sus familiares van a poder hacer el duelo. Con lágrimas, pero con más fuerza. Eso es lo importante”.
La identificación del cuerpo de Roque no solo suma verdad a la historia de su única hija, sino también a la del país. El hecho de haber aparecido en las costas uruguayas en mayo de 1976, casi tres meses después de haber desaparecido, es una prueba más de que el plan sistemático de desaparición de personas aplicado por la última dictadura no comenzó el mismo 24 de marzo de 1976, cuando los uniformados se instalaron en el poder. “Mi papá es uno de los cuerpos que denuncia Rodolfo Walsh en su Carta Abierta a la Junta Militar y es la prueba cabal en sí misma del macabro accionar de la última dictadura –denunció Victoria–. Pero por sobre todas las cosas es mi papá, el abuelo de mis hijos, el hermano de mis tíos. El que hace un tiempo atrás empecé a extrañar y quien de alguna forma me ayudó y ayuda a acomodar la verdad, que es la que alumbra lo que perdura y lo que seguimos construyendo.”
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