Como cierre del debate, PERFIL publica la respuesta del embajador armenio a su colega turco, que el domingo pasado rechazó que haya habido un genocidio armenio bajo el Imperio Otomano.
Cuando yo era niño, mi abuelo karabaghí sorprendió robando a un vendedor de tomates azerbaiyano, quien empezó a justificarse y a negar la prueba evidente con abundancia de palabras. Mi abuelo le dijo: “Habla poco; cuanto menos hables dirás menos incongruencias”. Esto al margen.
Los fascistas, los dirigentes otomanos y los negacionistas tienen algo más en común: todos ellos creen que cuanto más grande es la mentira, se parece más a la verdad.
Los fascistas, los dirigentes otomanos y los negacionistas tienen algo más en común: todos ellos creen que cuanto más grande es la mentira, se parece más a la verdad.
En el artículo “Narrativas de Armenia”, escrito por el embajador de Turquía y publicado por PERFIL el 8 de mayo, lo que más me sorprendió no fue el negacionismo, esa es su enfermedad, sino las invocaciones a la libertad de expresión por parte del embajador de un país donde hablar de libertad de expresión es lo mismo que hablar de los derechos de los judíos en la Alemania nazi.
Hace unos días, en declaraciones a la prensa italiana, reproducidas también en la Argentina, el escritor turco Orhan Pamuk, Premio Nobel de Literatura 2006, decía refiriéndose a Turquía: “… me preocupa mucho la libertad de prensa. El miedo alcanza a los periodistas que critican al gobierno, y son amenazados, despedidos, sus periódicos cierran. En los últimos años nuestro gobierno está volviéndose cada vez más autoritario y represivo”.
Cuando se trata de justificar a los líderes nazis u otomanos, eso no es libertad de expresión, para ello hay otra definición y, a veces, responsabilidad penal. Tengo la esperanza de que mañana, bajo el nombre de libertad de expresión, no se le ocurra a nadie escribir un artículo para justificar y defender a los nazis y el Holocausto judío.
Señor embajador, por lo menos antes de escribir piense: el tema no son las “narrativas de Armenia”, como usted afirma, sino la legislación del país donde usted está acreditado como embajador. Con sus declaraciones usted está hiriendo a los descendientes de las víctimas de su estado genocida, junto con quienes usted vive en Buenos Aires y respira el mismo aire. ¿O no le dijeron que la Argentina ha reconocido el genocidio armenio en los tres poderes del Estado: el ejecutivo, el legislativo y el judicial?
Usted está hablando en contra de la ley argentina. Se está expresando en contra del papa Francisco, quien el 12 de abril de 2015 en la Basílica de San Pedro recordó el genocidio armenio como “el primero del siglo XX”. Está en contra de todo el mundo, incluso de países donde, como en Bolivia, prácticamente no viven armenios y sin embargo, las dos cámaras de la Asamblea han votado el reconocimiento, y contra las organizaciones internacionales que han reconocido y condenado el genocidio armenio. Y finalmente está hablando en contra del número creciente de turcos que también han reconocido y condenado aquel crimen de lesa humanidad.
Y ahora una pregunta sincera: ¿le preguntó usted a sus abuelos dónde están los armenios que vivían en Anatolia, en su tierra natal originaria de Armenia occidental, les preguntó dónde se perdieron esos armenios, les preguntó si también ellos, es decir, sus abuelos, participaron en el exterminio de los armenios, o si entre ellos hubo alguien que salvó de la muerte a algún armenio? Al señor embajador sus consejeros y su Ministerio de Asuntos Exteriores no le han provisto de buenas pruebas: apenas dos.
La cita del libro de Bedross Der Matossian persigue el objetivo engañoso de sostener los argumentos del artículo con un “testimonio” de un historiador descendiente de las víctimas de las “narrativas de Armenia”. Es engañosa porque el señor embajador la saca de contexto y, sobre todo, ignora deliberadamente la tesis misma de uno de los estudios más sólidos sobre la revolución constitucional de 1908 en el Imperio Otomano. El autor sostiene que los Jóvenes Turcos terminaron imponiendo el nacionalismo chauvinista turco por sobre el ideal de la igualdad de las nacionalidades del imperio y, de hecho, el Comité de Unión y Progreso, integrado por el triunvirato de Talaat, Enver y Djemal, planificó y ejecutó el genocidio armenio. La tesis de Der Matossian no refuerza empíricamente la falsificación negacionista de “narrativas de Armenia”; confirma la verdad del genocidio.
En cuanto a Bernard Lewis, se trata de un intelectual al servicio de políticas intervencionistas y del negacionismo turco. Basta recordar que fue condenado por una corte francesa el 21 de junio de 1995 por negar el genocidio. Le aconsejo al señor embajador recurrir a elementos menos objetables en sus esfuerzos negacionistas.
En la Argentina todos saben acerca del genocidio armenio y no deseo extenderme; pero tengo el agrado de invitar al señor embajador de Turquía a la embajada de Armenia para conversar sobre el tema, para preguntarle algunas cosas mirándole a los ojos y para que tenga oportunidad de pedirle perdón al pueblo armenio. Conozco al señor embajador y tengo la impresión de que es un hombre inteligente.
*Embajador de la República de Armenia.
Fuente: http://www.perfil.com/columnistas/Narrativa-no-una-ley-argentina-20160514-0105.html